viernes, 14 de junio de 2013

Los hombres también se embarazan



La “revolución masculina” ha provocado un cambio en la actitud del hombre hacia sus hijos, ya que una nueva generación de padres descubrió que podía cambiar a los bebes, acariciarlo, alimentarlo, jugar con él y todo ello sin perder su virilidad. Se afirma que la masculinidad es una construcción social que resulta de diversos de factores y ámbitos como la familia, la escuela, los medios de comunicación, la religión y la conformación de la sociedad, pero, a su vez, depende de un sistema de relaciones de género. Esta concepción, permite abordar a la paternidad como un fenómeno cultural, social y subjetivo, entre los individuos de un mismo contexto sociocultural y en diferentes momentos históricos.

Durante años, hombres y mujeres han sido formados por un modelo de familia donde hay una clara división sexual del trabajo. A partir de este modelo el padre tiene la tarea de: formar a la familia y establecer relaciones de afecto y autoridad con el fin de protegerla, y la madre tiene la función de: la crianza, el ordenamiento del hogar, el apoyo y colaboración con el esposo.


Comportamiento psicológico del padre durante el embarazo.

Una de las principales tareas de la paternidad es la de renunciar a su deseo de ser igual a la madre y tener hijos como ella. Es decir, inconscientemente compiten con sus esposas, exhibiendo síntomas similares o bien rehúyen a estos deseos ausentándose durante el embarazo de su esposa.

El deseo de tener un hijo en los hombres, según Freud, es un deseo narcisista de ser completo y omnipotente por la vía de producir un hijo e identificarse con él, esto es universal, al igual que el deseo de reproducir la propia imagen de uno.

El padre manifiesta diversas reacciones y sentimientos positivos respecto al embarazo, parto, nacimiento y convivencia con el hijo. Sin embargo, muestra sentimientos negativos, tales como: tendencia a sentirse excluido durante este periodo, angustia por los gastos económicos que representara este acontecimiento durante toda su vida, limitaciones para desarrollar actividades en su tiempo libre, entre otros. En consecuencia a esto, el padre puede percibir al hijo por nacer como a un rival que lo despoja de su mujer, tal como su padre o un hermano lo despojaron de su madre en la infancia. Existen diferentes estilos de reacciones y comportamientos del padre ante el embarazo:

El primero de ellos es el “observador”, aquí el futuro padre permanece en la periferia respecto al embarazo, aunque eso no significa que no le importe. Está presente, pero no realiza acciones que indiquen su interés, sino espera a ver qué pasa. Tiene alto grado de control de sí mismo, de sus emociones y sobre su envolvimiento emocional. Puede que esté contento con la gestación, pero prefiere ser observador y no actuar.

El segundo, es el “reactivo”, que quiere ser parte activa del embarazo y estar presente en todos los momentos importantes, por lo que tomará un interés obvio en el progreso de la gestación.

Y por último, la reacción “instrumental” es aquella en que el compañero se ve a sí mismo como la persona capaz de ayudar a que todo salga bien: hace arreglos para las consultas prenatales y más tarde, para el momento del parto. Ayuda en muchas formas, prefiere entrar en acción y demuestra sus emociones actuándolas.

En el segundo trimestre del embarazo el futuro padre tiende a mostrar una mayor preocupación por su propio cuerpo. Es en este momento, cuando se intensifica su identificación inconsciente con su esposa dando a veces lugar a las fantasías bisexuales y hermafroditas, lo cual le da la oportunidad de reorganizar los factores que intervienen en su identidad masculina.

Investigadores de la Universidad de Saint John de Terranova, han encontrado que en los hombres, durante el embarazo de su pareja, se modifican los niveles de cortisol, prolactina y testosterona, y han llegado a conclusión de que es la mujer embarazada quien prepara con sus feromonas al padre.

En los hombres, durante el embarazo de su compañera, existe una disminución en el nivel sérico de la testosterona, así como un aumento de prolactina y cortisol. La baja de testosterona se cree que está relacionada con un mayor interés y ternura hacia el hijo o hija. El cortisol sérico en el futuro padre aumenta antes del parto y luego. El mismo influye para que el padre se concentre en el parto y muestre interés en el bebé.

La prolactina se asocia con una conducta más sensible y tierna hacia el bebé, tal como arrullarlo cuando está llorando o responder a su llanto. Es decir, que cuanto menor sea el nivel de testosterona, mayor es la respuesta de cuidados sensibles hacia el lactante.

A nivel psicológico, en el último trimestre del embarazo, los padres se preocupan por la salud del futuro hijo, sienten ansiedad respecto a la normalidad e integridad del futuro bebé y necesitan ser tranquilizados. Un padre que huye en el tercer trimestre de embarazo es una defensa contra sus sentimientos de hostilidad hacia su esposa, porque percibe que ella prefiere al bebé, o contra temores no resueltos de identificación con ella.

El rol del padre es respaldar a su esposa embarazada. El proceso de embarazo, parto y vínculo temprano se ve fuertemente influido por las actitudes del padre. El apoyo emocional del marido durante el embarazo contribuye a que su esposa se adapte satisfactoriamente a su condición y la presencia del marido durante el parto y el alumbramiento se asocia con una menor necesidad de la mujer en recibir medicamentos analgésicos y con una experiencia de parto más positiva.
Aquellos padres que han participado en el parto manifiestan un sentimiento paterno alto, estaban conformes con el sexo del bebé, podían distinguir a su hijo de los otros bebés y manifiestan querer compartir con sus parejas el cuidado del bebé y estaban dispuestos a tomar al bebé en brazos. Esto demuestra que el padre puede ser tan sensible y reaccionar adecuadamente como la madre a las señales del bebé.



El nuevo padre.

Recientes investigaciones, afirman que hay un mayor involucramiento de los padres con sus hijos, destacando como una función paterna dar cariño y amor.

El padre desarrolla una “cualidad paternal” que se caracteriza por una tendencia instintiva por la que el padre actúa frente a su hijo con una sensibilidad de respuesta empática, que se inicia con la primera sonrisa que el padre dirige a su bebé, y se expresa con la capacidad para alzarlo, acunarlo, darle la mamadera, entre otras.

Es decir, esta nueva paternidad se caracteriza por un padre cuidador más involucrado afectivamente con sus hijos, más participativo en la esfera privada, con una nueva distribución de las tareas y responsabilidades. En conclusión, este nuevo padre adquiere una función central marcada como propia del padre tradicional: formar al hijo. La diferencia radica en que la formación propuesta aspira a ser integral, incluyendo las emociones en la vinculación con su hijo y a su vez, asumiendo tareas de crianza tradicionalmente femeninas e imitando algunas de las características maternas en su nueva forma de relación.

Fuente:

Renato Picerno
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia

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