viernes, 26 de julio de 2013

¿El agua en la luna se originó en la Tierra?


***Tomado del original escrito por: Inma Gil



El agua de la Luna y el agua de la Tierra tienen el mismo origen. Esa es la conclusión a la que llegó un equipo científico de la Universidad de Brown, en Estados Unidos, después de analizar las muestras de rocas lunares traídas en los años 70 por las misiones Apolo de la NASA. Los resultados de la investigación, liderada por el geoquímico argentino Alberto Saal, se acaban de publicar en la revista Science Express.
No traten de rebuscar en la memoria o en sus viejos libros escolares de ciencia: la noción de que hay agua en la Luna es tan reciente que apenas tiene cinco años de vida. Los mismos que lleva Saal trabajando en su investigación: analizando las mismas muestras de hace 40 años, pero con una tecnología moderna que le permitió sacar conclusiones que otros no pudieron.

Cuando en 2008 anunció por primera vez que hay agua en la Luna contrarió lo que la comunidad científica pensaba hasta entonces: que la Luna era completamente seca. "Esencialmente lo que nosotros medimos es el hidrógeno. Lo expresamos como agua porque es una de las moléculas más comunes, pero lo importante es la presencia del hidrógeno", explicó el argentino.

En 2011 Saal y su equipo investigaron la cantidad de agua presente en las rocas volcánicas lunares, que es similar a la cantidad observada en las rocas volcánicas terrestres. Y ahora, en la tercera entrega de esta fascinante historia, el investigador anuncia que esas muestras de agua tienen el mismo origen que la de la Tierra.

La otra gran conclusión de esta investigación es que fueron las condritas carbonosas, unos meteoritos primitivos, y no unos cometas como se pensaba, los que trajeron el agua a la Tierra. Para llegar a estas conclusiones los investigadores analizaron la lava del interior de la Luna y observaron el isótopo o la "huella digital" del hidrógeno. Ese hidrógeno se encuentra atrapado en cristales volcánicos. "Al medir el isótopo comprobamos que tenía el mismo valor que el del hidrógeno de las condritas carbonosas y no que el de los cometas", dijo Saal.

Las condritas son unos meteoritos primitivos que son los que dieron origen a los planetas. Las condritas carbonosas, en particular, contenían hidrógeno, es decir agua. Una parte de la comunidad científica creía que fueron los cometas los que trajeron el agua a la Tierra después de que esta ya estuviera formada. Pero los resultados del estudio de Saal apuntan a que fueron las condritas. "Entonces nosotros decimos que el agua que vino a la Luna y a la Tierra tiene el mismo origen, el mismo reservorio, que son las condritas carbonosas", resumió.

¿Cómo llegó el agua a la Luna?

Según el investigador, el agua llegó a la Luna muy, muy temprano, antes de los 4.400 millones de años, cuando los planetas aún se estaban formando. "Nuestra explicación es que la Tierra se formó con agua desde el principio", dijo. "Después vino un impacto gigante entre la Tierra y otro de estos planetas cuando se estaban formando, cuando ya eran grandes planetas. Durante la colisión todo se funde, hay temperaturas muy altas de 5.000 a 7.000 grados kelvin. Y durante esa colisión se forma una Tierra mayormente fundida", explicó. "De los restos del choque, que incluyen pedazos de la Tierra y del planeta que choco con ella, se forma un disco fundido muy, muy caliente, como una nube muy densa. Y ese disco se empieza a agregar para formar la Luna", dijo.

"Durante este impacto, de alguna forma -no sabemos exactamente como- no todo el hidrógeno se perdió. Se perdió algo -que se evaporó por el calor- pero no todo, y así es como entonces la Luna termina con agua", continuó. "Así es como entendemos de dónde y cuándo vino el agua que está en la Luna y por tanto está muy relacionada con el agua que está en la Tierra", concluyó.

Según el argentino el interior de la Luna quedó esencialmente fosilizado muy temprano y a medida que la Luna se fue enfriando fue formando una especie de casquete o coraza externa, llamada litosfera. "Una vez formada esa coraza es muy difícil que cualquier cosa que viniera más tarde pudiera penetrar al interior. De manera que si nosotros vemos una lava del interior de la Luna que trae agua sabemos que esa agua ha estado ahí muy, muy, muy temprano. Probablemente antes de los 4.400 millones de años", explicó Saal.

¿Y cómo llegó el agua a la Tierra?

"Sabemos que las aguas de la Tierra proceden de las condritas carbonosas", dijo Saal. "El problema es que no se sabe cuándo llegaron a la Tierra las condritas carbonosas", añadió. Las condritas son de los primeros meteoritos que se formaron en el sistema solar. "Son bien primitivos", describió Saal. Estos meteoritos se fueron agregando entre ellos hasta formar el planeta.

Según le explicó Saal a BBC Mundo, hasta alrededor de 2009 se creía que los planetas llamados "terrestres" -aquellos que están entre el Cinturón de Asteroides y el Sol: Marte, Tierra, Venus y Mercurio- se habían formado a partir de materiales totalmente secos y que el agua había llegado después. Se pensaba que estos planetas se habían formado mediante la condensación de la nebulosa solar pero que estaban formados por material sin agua porque, estando tan cerca del Sol, el agua de la nebulosa solar no se podría haber condensado. Es decir, se habría condensado el sólido sin el hidrógeno y el agua habría llegado mucho después, en cometas.

"Pero a partir de 2011 aparecen modelos que dicen que los planetas se formaron con agua desde el principio", dijo el investigador. "Según estudios recientes el 98% del agua de la Tierra viene de las condritas carbonosas mientras que sólo el 2% lo hace de los cometas".

La gran interrogante que aún queda por resolver, según Saal, es cómo esa agua presente en la Luna logro sobrevivir a la gigantesca colisión de la Tierra con el otro planeta. "Nuestra investigación sugiere que a pesar de que haya un gran impacto no se tienen porqué perder los elementos volátiles totalmente", declaró el geoquímico.

También sugiere, según los investigadores, que hay ciertos procesos importantes sobre cómo se forman los planetas y los satélites que todavía no entendemos.

En la investigación también participó Erik Hauri, del Carnegie Institution de Washington, James Van Orman, de la Universidad Case Western Reserve, y Malcolm Rutherford, de la Universidad de Brown.

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Agua que no has de beber, en Marte pudo correr


***Tomado del original encontrado en Ciencia, BBC Mundo



Cantos rodados, la prueba más concluyente de que hubo agua en Marte

A simple vista sólo el tono rojizo marca la diferencia entre los cantos rodados de Marte y los de la Tierra. Su aspecto es tremendamente familiar, parecen conglomerados o guijarros, rocas que están hechas de gravilla y arena.

Las piedras erosionadas por el efecto del agua constituyen, según sus descubridores, la prueba más concluyente hasta ahora de que alguna vez corrían ríos por la superficie del planeta rojo. "Es la primera vez que podemos confirmar la existencia de rocas que fueron transportadas por agua durante una distancia considerable", le dijo a BBC Mundo Rebecca Williams, la investigadora líder del estudio, que se publica esta semana en la revista especializada Science.

"Las rocas que encontramos son una revelación fantástica, es como si hubiéramos tenido allí a un geólogo con una cámara que hubiera roto y abierto las piedras para mostrárnoslas", explicó entusiasmada Williams, que también trabaja como académica en el Instituto de Ciencia Planetaria de Tucson, Arizona en Estados Unidos.

"Las rocas están fracturadas y podemos ver muy claramente su forma y tamaño", añadió. Según la académica, hasta ahora se habían hecho suposiciones e hipótesis a partir de imágenes orbitales de poca resolución, y a pesar de haber enviado a Marte varios robots exploradores, esta es la primera vez que hay evidencia de los conglomerados. "Nunca hasta ahora habíamos conocido el tamaño de las rocas movidas por el agua", dijo Williams.

Como un riachuelo

Ese conocimiento le permitió al equipo internacional que trabajó con la investigadora calcular por primera vez con precisión la rapidez y la profundidad del curso del agua que pasaba por el Cráter Gale, el lugar donde aterrizó el explorador Curiosity en agosto de 2012 con una misión de dos años. "La mayoría de estas piedras tiene la misma forma y tamaño que unos conocidos caramelos redondos de chocolate, son de un milímetro de grosor, muy redondeados, y con una superficie muy pulida, lo cual nos dice que hubo agua involucrada", describió.

"En el transporte de agua eso ocurre cuando se dan colisiones múltiples entre las piedras, así que el cauce de agua era lo suficientemente fuerte como para hacer que las rocas chocaran entre ellas y produjeran estas superficies tan lisas", explicó.

En efecto, el equipo de Williams pudo establecer que como mínimo el cauce de ese río marciano del cráter Gale tenía una profundidad de entre 0,03 y 0,9 metros. Y que el agua corría a una velocidad de entre 0,2 y 0,75 metros por segundo, "aproximadamente el equivalente a la velocidad a la que caminamos", explicó Williams.

Sin embargo los científicos no tienen una manera directa de calcular la edad de los conglomerados. "Podemos hacernos una idea de su edad basándonos en cómo estas rocas se relacionan con otras rocas en la misma zona, y eso nos dice que estos cantos rodados son muy antiguos, probablemente tienen miles de millones de años", dijo la investigadora.

Cuatro décadas buscando agua

Las fotos de los sedimentos fluviales fueron tomadas en septiembre de 2012 por el Laboratorio Científico Marte (MSL, por sus siglas en inglés), a bordo del explorador Curiosity, que puede capturar fotografías y video en color, con gran resolución. Pero según explicó Williams se ha asumido la existencia de agua en Marte desde las observaciones más tempranas, con la misión de la NASA Mariner 9, en 1971.

"Durante varias décadas hemos observado lo que parecían antiguos cauces fluviales secos en Marte".
Con el tiempo, explicó, los científicos observaron también zonas donde parecía que hubo inundaciones catastróficas, gigantescos valles erosionados por el agua a lo largo de cientos de kilómetros. Más recientemente se observaron otras evidencias, como un delta y una "huella química" en muestras del suelo marciano recogidas por la sonda espacial Phoenix.

Según Williams, los cantos rodados constituyen una "evidencia complementaria pero la más definitiva hasta hoy en día, que confirma que hubo transporte a larga distancia de rocas por un flujo de agua". Los resultados de este estudio también confirman previas hipótesis sobre el planeta rojo: que las condiciones en Marte en el pasado eran más cálidas y húmedas de lo que son ahora.

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viernes, 19 de julio de 2013

Un pequeño Marte en la Tierra


***Tomado del original escrito por David Shukman

A 79º latitud Norte, en pleno Círculo Polar Ártico, la vida en una base de investigación nos permite darnos una idea de cómo sería pasar una temporada en un futuro asentamiento humano en un planeta distante.



Los edificios del complejo científico Ny Alesund, en el archipiélago de Svalbard, son algo así como una cruza entre un departamento de Naciones Unidas y un campus universitario en miniatura. Operado por Noruega para dar apoyo a las investigaciones que se llevan a cabo en el Ártico, esta comunidad de científicos de más de doce países vive en una costa ventosa de espaldas a las montañas.

Es un mundo de una belleza inusitada: las paredes de los acantilados devuelven el eco de los aullidos de los perros husky, una foca barbuda descansa sobre un témpano y los fulmarus (un ave de la familia de las Procellariidae) se lanzan en picada sobre las olas del mar.

El cielo nocturno es lo suficientemente brillante como para leer sin luz, el sol sólo se esconde brevemente en el horizonte. De hecho, este lugar es tan ajeno a los paisajes terrestres, tan marciano, que la agencia espacial estadounidense NASA lo eligió para poner a prueba su más reciente misión a Marte. Los equipos a cargo de del explorador Curiosity -que se encuentra actualmente Marte- vinieron a esta isla porque el terreno era el más similar al planeta rojo.

Ojo con los osos

En un principio, como recién llegado, la eficiencia del personal y las ventanas aisladas con tres capas de vidrio le hacen a uno olvidar que está en un sitio que es completamente inadecuado para el hombre. Las advertencias sobre los osos polares son un recordatorio constante de los peligros de vivir en un sitio que es en realidad el dominio de otras criaturas. La tapa de la guía para los nuevos visitantes dice: "Lee esto para evitar tu extinción".

El año pasado, los científicos vieron a un oso polar, merodeando por las calles. Por alguna razón, se puso a olfatear las bicicletas.
Después de mirar las imágenes cuidadosamente, me di cuenta de que el animal pasó justo por delante del edificio en el que me hospedo. "Si van a filmar", nos dijeron, "nunca salgan de la base sin un rifle y cuando estén en la base, siempre estén listos para correr y refugiarse, en caso de que se les acerque un oso".

Por esta razón, una de las reglas de oro en este lugar es dejar la puerta de entrada de los edificios sin llave. Es decir, de los edificios de los noruegos, los franceses, los alemanes, los británicos, los indios y mucho otros más. Porque en este lugar, una gran cantidad de países están representados. Cada nación está comprometida con una actividad científica, pero quizá también están aquí con la intención de hacer pie en esta región que tiene un valor potencial inmenso.

El sueño de la ONU

El edificio de China se reconoce fácilmente porque la entrada está flanqueada por dos leones de piedra.
Pero el ambiente aquí no puede ser más benigno. De hecho, un lugar donde ni los laboratorios ni las habitaciones están con llave es lo más parecido que existe a una utopía global.

Más de un líder de la ONU habría soñado con una congregación de representantes de tantas naciones reunidas en un mismo sitio y con tan pocos cerrojos. Aquí, todos deben almorzar juntos en la cantina comunal.
Pero aunque todos son muy amables e intercambian sonrisas y guiños, la gente de la misma nacionalidad termina sentándose junta.

Al menos todos conversan. Nadie está sentado solo comiendo, con una mano en el tenedor y la otra en su teléfono o computadora. Aquí nadie puede usar ninguna clase de dispositivo electrónico.
La vida se parece en un sentido a como era en los años 80.

El motivo: estamos muy cerca de una enorme antena satelital que escanea el cielo en busca de cuásares (el cuásar es una fuente astronómica de energía electromagnética). Esta antena es tan sensible que capta cualquier clase de interferencia.

Tierra de glaciares

Vivir aquí requiere hacer una serie de ajustes. Si la luz de la noche que se cuela por entre las cortinas de mi cuarto es demasiado brillante, me levanto de la cama y disfruto de la vista por mi ventana. Estoy en un paraíso para los científicos cuya especialidad es el hielo: desde aquí puedo ver ocho glaciares entre las montañas.

En una colina cercana están los restos de una mina abandonada. Los investigadores no fueron los primeros en llegar a estas tierras. Primero fueron los cazadores de ballenas. Luego surgió el negocio de la extracción de carbón hasta que se cerró por un accidente terrible en 1963. Una locomotora y un par de vagones yacen oxidados en una vía por la que el carbón se transportaba a los barcos.

Los combustibles fósiles fueron en el pasado el atractivo principal de esta zona y pueden llegar a cambiar el Ártico en el futuro. Por ahora, los científicos están midiendo su efecto en la atmósfera. El Ártico puede significar muchas cosas diferentes: naturaleza prístina, tesoros geológicos por descubrir, investigación en cambio climático y, por supuesto, un mundo totalmente diferente. Es sólo cuestión de elegir.

Fuente:
http://bbc.in/TzqU03

Renato Picerno
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia

El próximo cohete a Marte sale en…




***Tomado del documento original encontrado en el portal web de la BBC

El gran dilema de una misión tripulada a Marte: la radiación

Vivimos tiempos emocionantes en lo que se refiere a la exploración espacial. Estamos en un punto en que agencias nacionales y empresas privadas hablan de enviar astronautas al espacio profundo y al planeta Marte.

Mientras que la agencia espacial estadounidense, la NASA, estima que le llevará unos 25 años lanzar una nave espacial tripulada, otros emprendedores privados ofrecen esta posibilidad en menos tiempo, aunque no garantizan el billete de vuelta a la Tierra.

Pero, ¿cuán seguro es para un hombre emprender esta aventura? La radiación sería uno de los problemas más importantes a tomar en cuenta. El explorador de la NASA Curiosity confirmó lo que expertos venían sospechando durante mucho tiempo: los astronautas de una misión al planeta rojo tendrán una gran dosis de radiación dañina.

El robot contó el número de las partículas espaciales de alta energía que chocaron contra la cápsula durante los ocho meses de viaje. Basándose en estos datos, los científicos determinaron que el viaje de ida y vuelta de un ser humano a Marte podría exponerlo a una dosis que alcanza los límites actuales de seguridad. Y este cálculo no se cuenta el tiempo que permanecerían en la superficie del planeta rojo. Esto aumentaría el riesgo de desarrollar algún tipo cáncer fatal más allá de lo que se considera aceptable para un astronauta de carrera.


Blindaje y rapidez


"La solución más simple a este problema sería reforzar el blindaje. Pero el problema es que este tipo de blindaje pesa mucho y enviarlo al espacio cuesta dinero", le explica a BBC Mundo Donald Hassler, del Instituto de Investigación Suroeste en Boulder, Colorado, EE.UU.

Para empezar, se necesitaría un lanzador más grande para transportar una nave más pesada.
"Se trata de necesidades enfrentadas. Quieres hacer las cosas tan ligeras como puedas, pero al mismo tiempo, para la protección contra la radiación quieres tener el suficiente blindaje a tu alrededor para protegerte", agrega el especialista, coautor del estudio publicado en la revista Science.

Actualmente, con la tecnología de propulsión química existente, el viaje a Marte lleva varios meses, unos 250 días. "La situación mejoraría mucho si pudiéramos llegar un poco más rápido", le dice a la BBC Cary Zeitlin, colega de Hassler. "La tasa de la dosis no es el único problema, es el número de días que uno acumula, esa dosis es lo que hace un total que supera los límites máximos (permitidos de radiación). Mejorar la propulsión sería realmente la clave si alguien pudiera hacer que funcione". Ahora se están desarrollando nuevos tipos de propulsión, como el plasma y cohetes térmicos nucleares. Esto podría reducir el trayecto a apenas unas semanas.


Rayos de más allá


El Curiosity viajó a Marte dentro de una cápsula de un tamaño parecido al que se está desarrollando para enviar astronautas más allá de la estación espacial, a destinos como asteroides y Marte. Esto permitió tomar medidas directas y precisas de la radiación.

"Las partículas que preocupan a los expertos se pueden clasificar en dos categorías: aquellas que son aceleradas de nuestro dinámico Sol, y las que llegan a alta velocidad desde afuera de nuestro Sistema Solar", explica Jonathan Amos, reportero de ciencia de la BBC.

Las de la última categoría se originan a partir de estrellas que han explotado y de los alrededores de los agujeros negros. "Estos rayos cósmicos galácticos (GCR, por sus siglas en inglés) desprenden mucha energía cuando chocan con el cuerpo humano, lo que dañaría el ADN de las células. También son las más difíciles de protegerse", agrega Amos.

La gruesa atmósfera de la Tierra, su campo magnético y su enorme masa de roca ofrecen protección a las personas que viven en su superficie, pero para los astronautas en el espacio profundo, un casco de aluminio de 30 centímetros de espesor no va a cambiar mucho la exposición de GCR. Los datos del estudio revelaron que la dosis de GCR es equivalente a someterse a un escáner de cuerpo entero en un hospital cada cinco días.

Fuente:                

Renato Picerno
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia