viernes, 19 de julio de 2013

Un pequeño Marte en la Tierra


***Tomado del original escrito por David Shukman

A 79º latitud Norte, en pleno Círculo Polar Ártico, la vida en una base de investigación nos permite darnos una idea de cómo sería pasar una temporada en un futuro asentamiento humano en un planeta distante.



Los edificios del complejo científico Ny Alesund, en el archipiélago de Svalbard, son algo así como una cruza entre un departamento de Naciones Unidas y un campus universitario en miniatura. Operado por Noruega para dar apoyo a las investigaciones que se llevan a cabo en el Ártico, esta comunidad de científicos de más de doce países vive en una costa ventosa de espaldas a las montañas.

Es un mundo de una belleza inusitada: las paredes de los acantilados devuelven el eco de los aullidos de los perros husky, una foca barbuda descansa sobre un témpano y los fulmarus (un ave de la familia de las Procellariidae) se lanzan en picada sobre las olas del mar.

El cielo nocturno es lo suficientemente brillante como para leer sin luz, el sol sólo se esconde brevemente en el horizonte. De hecho, este lugar es tan ajeno a los paisajes terrestres, tan marciano, que la agencia espacial estadounidense NASA lo eligió para poner a prueba su más reciente misión a Marte. Los equipos a cargo de del explorador Curiosity -que se encuentra actualmente Marte- vinieron a esta isla porque el terreno era el más similar al planeta rojo.

Ojo con los osos

En un principio, como recién llegado, la eficiencia del personal y las ventanas aisladas con tres capas de vidrio le hacen a uno olvidar que está en un sitio que es completamente inadecuado para el hombre. Las advertencias sobre los osos polares son un recordatorio constante de los peligros de vivir en un sitio que es en realidad el dominio de otras criaturas. La tapa de la guía para los nuevos visitantes dice: "Lee esto para evitar tu extinción".

El año pasado, los científicos vieron a un oso polar, merodeando por las calles. Por alguna razón, se puso a olfatear las bicicletas.
Después de mirar las imágenes cuidadosamente, me di cuenta de que el animal pasó justo por delante del edificio en el que me hospedo. "Si van a filmar", nos dijeron, "nunca salgan de la base sin un rifle y cuando estén en la base, siempre estén listos para correr y refugiarse, en caso de que se les acerque un oso".

Por esta razón, una de las reglas de oro en este lugar es dejar la puerta de entrada de los edificios sin llave. Es decir, de los edificios de los noruegos, los franceses, los alemanes, los británicos, los indios y mucho otros más. Porque en este lugar, una gran cantidad de países están representados. Cada nación está comprometida con una actividad científica, pero quizá también están aquí con la intención de hacer pie en esta región que tiene un valor potencial inmenso.

El sueño de la ONU

El edificio de China se reconoce fácilmente porque la entrada está flanqueada por dos leones de piedra.
Pero el ambiente aquí no puede ser más benigno. De hecho, un lugar donde ni los laboratorios ni las habitaciones están con llave es lo más parecido que existe a una utopía global.

Más de un líder de la ONU habría soñado con una congregación de representantes de tantas naciones reunidas en un mismo sitio y con tan pocos cerrojos. Aquí, todos deben almorzar juntos en la cantina comunal.
Pero aunque todos son muy amables e intercambian sonrisas y guiños, la gente de la misma nacionalidad termina sentándose junta.

Al menos todos conversan. Nadie está sentado solo comiendo, con una mano en el tenedor y la otra en su teléfono o computadora. Aquí nadie puede usar ninguna clase de dispositivo electrónico.
La vida se parece en un sentido a como era en los años 80.

El motivo: estamos muy cerca de una enorme antena satelital que escanea el cielo en busca de cuásares (el cuásar es una fuente astronómica de energía electromagnética). Esta antena es tan sensible que capta cualquier clase de interferencia.

Tierra de glaciares

Vivir aquí requiere hacer una serie de ajustes. Si la luz de la noche que se cuela por entre las cortinas de mi cuarto es demasiado brillante, me levanto de la cama y disfruto de la vista por mi ventana. Estoy en un paraíso para los científicos cuya especialidad es el hielo: desde aquí puedo ver ocho glaciares entre las montañas.

En una colina cercana están los restos de una mina abandonada. Los investigadores no fueron los primeros en llegar a estas tierras. Primero fueron los cazadores de ballenas. Luego surgió el negocio de la extracción de carbón hasta que se cerró por un accidente terrible en 1963. Una locomotora y un par de vagones yacen oxidados en una vía por la que el carbón se transportaba a los barcos.

Los combustibles fósiles fueron en el pasado el atractivo principal de esta zona y pueden llegar a cambiar el Ártico en el futuro. Por ahora, los científicos están midiendo su efecto en la atmósfera. El Ártico puede significar muchas cosas diferentes: naturaleza prístina, tesoros geológicos por descubrir, investigación en cambio climático y, por supuesto, un mundo totalmente diferente. Es sólo cuestión de elegir.

Fuente:
http://bbc.in/TzqU03

Renato Picerno
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia

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