viernes, 13 de septiembre de 2013

¿El color que ven unos, es el mismo color que ven otros?




La experiencia externa de disfrutar de los colores puede o no ser la misma para unos y para otros.


¿Cómo distinguimos los colores?


Nuestra visión de los colores empieza con los sensores en la parte posterior del ojo, que tornan la información de la luz en señales eléctricas en el cerebro. 

Los neurocientíficos los llaman fotorreceptores.
Tenemos diferentes tipos y la mayoría de la gente tiene tres fotorreceptores distintos para la luz de color. Estos son sensibles a los azules, verdes y rojos, respectivamente, y la información se combina para permitirnos percibir toda la gama de colores.


En personas daltónicas, el verde es difícil de reconocer pues tienen una debilidad en los fotorreceptores, perdiendo así la sensibilidad a los tonos de este color.
El daltonismo, afecta a más o menos el 8% de los hombres y 0,5% de las mujeres. Muchas personas con esta condición ni siquiera se dan cuenta de ella. Viven entre gente que ve todos los colores, aprovechando el hecho de que usualmente hay otras diferencia entre las cosas de distintos colores que permiten distinguirlas, como intensidad o textura.

Por otro lado, algunas personas tienen una sensibilidad al color particularmente acentuada. Se los conoce como tetracrómatas, pues tienen cuatro fotorreceptores al igual que las aves y los reptiles. Esta característica les permite ver radiación infrarroja y el espectro ultravioleta.

Los tetracrómatas humanos no pueden ver más allá del espectro visible de luz normal, pero su fotorreceptor extra los hace más sensibles al color en la escala entre el rojo y el verde, y por lo tanto a todos los colores en la gama de los humanos. Para estos sujetos, el resto de nosotros somos daltónicos.


Las percepciones varían


Históricamente, una rama de la psicología ha adoptado una postura llamada conductivismo, que pretende que los interrogantes sobre la experiencia y la apreciación interior son irrelevantes. Sin embargo, al ser la diferencia entre nuestras experiencias interiores real e incluso inevitable, se vuelve relevante.

Usamos palabras comunes y las utilizamos para nombrar experiencias compartidas, pero nadie puede ver el mismo panorama, simplemente porque la percepción es una propiedad de la persona, no del panorama.

Por tanto, efectivamente apreciamos distinto el mismo color de un mismo objeto. Al final, este se convierte en una experiencia compartida, pues el mismo acto de ver incorpora automáticamente sentimientos y memorias, así como la cruda información que llega a nuestros ojos.

Podemos examinar nuestra vista para ver cuán afinada es nuestra percepción de los colores, pero nunca sabremos lo que percibe otra persona al ver un color.

El compartir una experiencia visual externa es lo que nos vincula, aún si nuestras percepciones son similares o distinta.

Fuente:

Paola Brunner
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia



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